de vuelta a los zaguanes azules de mi infancia,
los olivos bordaban su antigua geometría,
el tiempo es un exilio más cruel que la distancia.
Escarbé en los desvanes de los viejos baúles
buscando en dobles fondos el eco de una brasa,
los años apolillan los besos y los tules,
ninguna edad es buena para volver a casa.
Con su trabajo sucio las uñas del olvido
se ensañan con el luto del alma trashumante,
de todo lo ganado, de todo lo perdido,
apenas sobrevive la sombra de un instante.
Aquí nací; sin bici ni perro que me ladre
dejé en los soportales la huella de mi canto.
Aquí, ya en otro siglo, las hijas de las madres
que amé tanto me besan como se besa a un santo.
Yo iba a los salesianos, ella a las carmelitas,
calcetinitos blancos y babi azul marino,
la tarde que me dijo que sí la margarita
estrené un corazón fluvial y ultramarino.
Dormitaban los trenes en Linares-Baezasin
pasar por tu Mágina, pobre Muñoz Molina,
la miel de otras colmenas hervía en mi cabeza,
entre tantos Martínez elegí ser Sabina.
Arrecia el vendaval de hojas de calendario,
la luna es un semáforo de carne de membrillo,
esta noche me espera Madrid, otro escenario
y tres generaciones del rosa al amarillo